Salesiano de corazón
En el Colegio San Miguel de Tegucigalpa, Honduras, comienza su práctica magisterial, llamada en la semántica salesiana TIROCINIO, allí organizó con mucha sabiduría a los profesores que trabajaban en conjunto con los ideales salesianos.
La tonsura la recibió el día 29 de noviembre de 1933[1]. En septiembre de 1934 recibió las Primeras Menores y septiembre de 1935 recibió las Segundas Menores.[2]
El 2 de diciembre de 1933 emitió su Profesión Perpetua.[3] Sus estudios de Teología los realizó en el Instituto Santo Tomás de Aquino, anexo entonces al Colegio Santa Cecilia, de Santa Tecla.
Era un clérigo entregado de lleno a sus estudios, tanto escolares como religiosos, no perdía un segundo de su tiempo. Contaba él mismo, que así los habían acostumbrado sus formadores. Salían a hacer alguna diligencia, allá iban con sus apuntes para ir estudiando y que nada se dejaba de hacer, por sólo dedicarse a estudiar; que debían de salir con todo lo que tenían entre manos y con óptimas notas.
Varios de los formadores y superiores del clérigo Aparicio, fueron discípulos directos de Don Bosco: Padre Antonio Balzario, su maestro de novicios, Padre Miguel Cecobelli Roca, Padre José Dini, etc. Puede considerarse que Mons. Aparicio es miembro de la segunda generación de los salesianos.
Un sacerdote compañero suyo[4], que admiraba la asombrosa labor escolar y apostólica del Padre Aparicio desde el período de su formación, expresaba: «Siempre dio muestras de una verdadera vocación religiosa sin vacilación alguna, ejerciendo saludable influencia entre sus compañeros. Fungía frecuentemente como maestro de ceremonia en las solemnes y complicadas funciones litúrgicas de entonces, con una e indiscutible preparación y serenidad. Siempre le hacía de protagonista en el teatro. Había qué ver cómo realizaba de bien los papales, que a todos nos dejaba muy emocionados, que daba gusto contemplarlo, su timbre de voz, su elocuencia, sus gestos, etc.
Recibió el Subdiaconado el 22 de noviembre de 1936 y el Diaconado el 31 de enero de 1937.
En los Ejercicios Espirituales de 1935, hizo el siguiente propósito: “Trabajaré en mi carácter”.
En septiembre de 1936, decidió trabajarse en: “La piedad, la caridad y la castidad”[1].
Después de haber leído algunos rasgos de la infancia y juventud del Padre Aparicio, resulta muy interesante conocerlo como: Valiente Pastor, Experto Educador, Iluminado Fundador, Apreciado Guía Espiritual y un Gran Devoto de la Santísima Virgen[2].