María Auxiliadora

María Auxiliadora

Fueron muchas las veces que Monseñor Aparicio habló a las Hijas del Divino Salvador sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Pero se presentan aquí solamente aquellas en donde él les da la manera de cómo la Hija del Divino Salvador, debe vivir esta espiritualidad mariana.

En una plática dirigida el 31 de diciembre de 1983, en la clausura de los ejercicios espirituales, les trasmitió: «La institución salesiana, podemos decirlo, está en todo el mundo, obrando prodigios en todo el mundo. «Yo te daré una maestra y ella te enseñará» : eso está claro en el sueño de Don Bosco. Y allí tenemos la obra y no la suelta la Virgen, no la suelta…

Nos ha tocado a nosotros, por especial providencia de ella misma, pertenecer a esta Obra. Recibid aliento y fortaleza en esta Obra. Y pidámosle con el alma y corazón, que en realidad, sea Ella nuestra Maestra. Ya que la finalidad del Instituto es enseñar, que sea Ella nuestra Maestra. Que su espíritu aletee siempre en nuestras casas: que lo sintamos, que lo vivamos, que lo busquemos, que lo practiquemos, que lo comuniquemos a todas aquellas personas con las cuales tenemos alguna relación.

Hablemos siempre de Ella con un amor especial. Hablemos siempre de Ella y nunca nos cansemos; que María nunca basta. Y especialmente cuando hemos visto la protección de ella. Si nosotros hubiéramos tenido más fe, si hubiéramos tenido más amor, si hubiéramos tenido más entrega, quizá nuestro Instituto estuviera triplicado, haciendo el bien en todas partes.

Tomemos como norma de estos ejercicios espirituales: q ue la Virgen sea la dueña de nuestras comunidades; que ella sea la Madre, la maestra, la guía .

Hablemos de la Madre de Dios. Amemos a la Madre de Dios; cantemos a la Madre de Dios. Recemos a la Madre de Dios. Inculquemos en todos los corazones la devoción a la Madre de Dios. En todas nuestras conversaciones, en todas nuestras pláticas, salga ella como el punto final de nuestra carrera; como el blanco de nuestras actividades; como el lugar a donde dedicamos siempre con el pensamiento de que todo lo que hagamos por ella, es en honor y en virtud de su Hijo Jesucristo Nuestro Señor.

Amémosla; sin ella no somos nada; sin ella no podemos hacer nada; sin ella no andará adelante el Instituto; sin ella no se podrá multiplicar.

Con todo el corazón, y con toda el alma, todo y aun las cosas que parezcan insignificantes, es una alabanza para ella; un agradecimiento que tendrá para nosotros que se presente ante el Niño y que le diga: les falta la fe, auméntaselas; auméntales la caridad; auméntales el amor.

Digámosle con el alma llena de amor, llena de afecto, llena de cariño, llena de fe: «A ti celestial princesa Virgen sagrada María, yo te ofrezco desde este día, alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes Madre Mía».

El día 24 de mayo de 1982, les transmitió lo siguiente:

«Una vez que Cristo subió al cielo, Ella quedó animando a los apóstoles en el cenáculo y ellos se sentían fuertes al lado de ella.

Sería un trabajo demasiado voluminoso, un trabajo bastante difícil que la Iglesia recogiera en volúmenes y volúmenes, la intercesión extraordinaria de la Santísima Virgen sobre la Iglesia y por eso en medio de los debates del Concilio Vaticano II, Pablo VI la ha proclamado «Madre de la Iglesia».

Un compendio bastante pequeño, pero profundo en el significado, lo encontramos en las letanías. Cada una de esas invocaciones nos está hablando o proclamando reflexiones inmensas de la Santísima Virgen a través del rosario.

Con razón los obispos luteranos de Alemania, asustados, han dicho: «Nosotros hemos abandonado el culto a la Madre de Dios y los católicos lo han conservado; en Fátima y Lourdes se están contrariando a cada momento las enseñanzas que nosotros queremos propagar».

En cada nación y hasta podemos decir en cada región de cada nación, hay un culto especial a la Santísima Virgen, por alguna gracia especial, por algún milagro especial. Si vamos recorriendo los doscientos o más pueblos de nuestra nación, veremos que en cada pueblo hay una devoción especial a la Santísima Virgen bajo el título que nosotros queramos. Los títulos no son más que una impresión de una gracia especial de la santísima Virgen; pero es ella, «He ahí a tu hijo» .

Cuando los momentos han sido angustiosos, cuando los momentos han sido verdaderamente difíciles, se ha manifestado en una forma extraordinaria. Los padres orientales, los padres de la Iglesia conservan monumentos , basílicas, templos inmensos dedicados a gracias especiales de la Santísima Virgen. Y esto sin recoger favores pequeños, como el de combatientes que besan la medalla de la virgen, la han puesto al fuego, y la bala ha deshecho la medalla pero no ha penetrado en su interior.

Hablad de la Santísima Virgen, predicad de la Santísima Virgen, tened fe en María Auxiliadora, decía Don Bosco a sus salesianos, y sabréis lo que son los milagros.

El título de Auxiliadora del pueblo cristiano que ella se ha complacido en tenerlo, como un resumen de todo lo que ella tiene que hacer por este pueblo, comenzando como nos dice el pasaje del evangelio, en las Bodas de Caná: …dándose cuenta ella de que iban a pasar una vergüenza, no teme; se levanta firme y serena y le dice a su Hijo: «No tienen vino». Jesús le dice: «Todavía no ha llegado mi hora». Ella, «Haced lo que El os diga». Y Cristo adelantó los designios del eterno Padre, convirtiendo el agua en vino. Nosotros convertimos diariamente el vino en sangre del Señor.

El título de Auxiliadora de los Cristianos que damos a la augusta Madre de Dios, no es nuevo en la Iglesia. Últimamente se ha comenzado a llamar así a la Santísima Virgen por una razón muy especial. No se trata de invocar a María sólo por intereses privados, sino por gravísimos e inminentes peligros que amenazan a los fieles de la Iglesia, en la que Ella siempre ha actuado. Esa es la festividad que estamos celebrando en este día.

Por eso les invito a todas a que llevemos grabada en el alma la imagen de María Auxiliadora; la llevemos con toda devoción; la tengamos en nuestras casas en lugares preferentes. Amémosla con cariño, con un amor filial, que Ella jamás dejará de ser nuestra Madre, nuestro modelo, especialmente en los momentos que el mundo no sepa comprendernos».