Hna. Jesús Amelia Alvarado Ayala

«Te escogí y te consagré para que fueras mi propiedad para siempre»

Nací un 4 de octubre de 1961, a las 6 de la mañana, en el Cantón La Esperanza, de la Ciudad de San Sebastián. Deseada por mis padres y demás familiares, ya que soy la segunda de la familia y el primero era varón. De mis padres: Salvador Alvarado y María Santita Ayala, recibí amor como si fuera la única de sus hijos, a pesar de que nacimos 10 en la familia.

Gracias a la fe católica de mis padres, recibí el bautismo el 5 de noviembre de 1961, por el Rvdo. Padre Abrahán Rodríguez, en la Parroquia de San Sebastián y ese mismo día realizaba vivita pastoral el Excelentísimo Monseñor Pedro Arnoldo Quintanilla, de quien recibí el Sacramento de la Confirmación.

El día 8 de julio, recibí mi Primera Comunión, que aún recuerdo con gran alegría, ya que mi catequista y mis papás, a mi hermano y a mí nos prepararon con mucha emoción para este gran acontecimiento y el Padre Abrahán llegó a la ermita del cantón exclusivamente a celebrar la Eucaristía que mis padres nos ofrecieron. Fue de verdad una fiesta, de donde nació mi vocación.

Así puedo decir que mi vocación tiene dos momentos fuertes de donde partió: primero: el día de mi primera comunión, cuando recibí a Jesús yo sentía un gran gozo y le pedí que quería ser de El. Segundo: en las noches de lunas y estrelladas, mi mamá y mis hermanos y cuando estaba mi papá en casa también él, salíamos a contemplar el cielo y al estar contemplando las estrellas, nosotros les hacíamos muchas preguntas a mis papás sobre la existencia de Dios. Además dentro de esas pláticas, mi mamá nos contaba vida de santos y la vida de las monjas y los padres; que era una vida bien sacrificada, que sufrían mucho, que se entregaban a Dios y que ya no volvían a ver a su familia. Mientras mi mamá hablaba y nosotros le preguntábamos, yo rezaba y le pedía a Dios llegar a ser monjita y que quería ser sólo de Dios, aunque yo no entendía mucho.

Mi vocación se la debo a mis papás. A mi mamá, ya éramos siete y de nuevo mi mamá esperando otro hermanito, yo me disgusté y le reclamé, que para qué tanto cipote y ella muy amable me dijo: «Hija, esta es la voluntad de Dios, yo para eso me casé, no puedo impedir que tus hermanitos nazcan. Que Dios te dé otro camino a vos, Dios quiera fueras monja». Creo que mi mamá hizo con fe esta oración. A mi papá, que nunca se opuso con lo que yo quería con tal que fuera bueno y siempre me ha apoyado en todo.

Mi deseo de ser monja nunca se me borró de la mente; yo no conocía a ninguna religiosa, más que lo que mi mamá nos contaba. Un día, cuando tenía 12 años, les dije a mis papás que quería ser monja y mi papá me dijo que si adonde quería ir y yo le dije: Yo no conozco a nadie, no sé. El me dijo: «Te voy a llevar a Santo Domingo, donde las monjitas que ha fundado Monseñor Aparicio, conozco a Hna. Apolonia, voy a hablar con ella». Al siguiente día salimos para Santo Domingo, nos recibió la Hna. Apolonia, muy contenta, nos presentó a la Superiora General, que era la Hna. María Berta Morales, quien nos saludó con gran amabilidad y al preguntar que quién era la que quería entrar, mi papá me presentó a ella y al verme tan pequeña me dijo que estaba muy pequeña, que regresara dentro de dos años.

Así fue, un día 15 de enero de 1976, a los 14 años de edad, ingresé al aspirantado del Instituto «Hijas del Divino Salvador», siendo mi asistente la Hna. Pacita Bernarda, quien me hizo hacer un aspirantado muy feliz.

El 25 de marzo de 1977, ingresé al postulantado, siendo mis asistentes la Hna. María Zoila Acosta y la Hna. Irma Martínez.

El 5 de enero de 1998, ingresé al noviciado, siendo mi maestra de novicias la Hna. Isidra Inés Cáceres, en el primer año y en el segundo año, la Hna. Ana Isabel Martínez.

Al finalizar estos cuatro años llegó lo que tanto esperaba: mi primera profesión religiosa, que la hice el 6 de enero de 1980, a los 18 años de edad. Mi profesión perpetua la hice el 8 de diciembre de 1988.

Me gradué como maestra de Educación Básica en 1982 en el Colegio «Ana Guerra de Jesús» y saqué el profesorado en Teología pastoral en 1990 en la Universidad Don Bosco.

Con gran júbilo celebré la acción gracias a Dios y a la Santísima Virgen María por mis 25 años de vida religiosa en esta Congregación, el 6 de enero de 2005.

Monseñor Aparicio, como buen fundador, marcó bonitos recuerdos en mi vida de aspirantado, noviciado y como Hermana. Siempre que la Hna. Pacita nos llevaba a saludarlo, nos recibía con una sonrisa, compartía con nosotras, le gustaba que le cantáramos, que le contáramos chistes, historias y nuestras travesuras. Además, se entretenía con algún juego de mesa con nosotras como dama china, bingo, no te enojes y otros. Y para retirarnos, nos regalaba caramelos y nos daba la bendición. Su ejemplo y su palabra siempre me animaron. Estando en el noviciado siempre nos traía en el microbús a misa al Colegio y nos invitaba a ver televisión los domingos a la hora de la cena. Gozamos con él. Siempre que estaba en el Colegio trataba de saludarlo, íbamos con otras Hermanas y siempre recibíamos de él algún consejo para el día. Recuerdo a las Hermanas de aquellos primeros años, tan alegres y entusiastas que me contagiaban, yo sentía que ellas me querían, por lo que siempre me he sentido bien en el Instituto. Por lo que le doy gracias a Dios continuamente.

Algunos servicios en la Congregación

  • Asistente de novicias en 1982
  • Asistente general de alumnas en 1983
  • Maestra, vicaria, ecónoma y coordinadora de estudios en Santo Domingo, San Vicente y Sensuntepeque en diferentes años.
  • Directora en San Vicente, Sensuntepeque y Chalchuapa
  • Encargada de los archivos de la Congregación de 1990 a 1996
  • Nombrada Consejera General para la formación, el 8 de diciembre de 1993, en el IV Capítulo General
  • Vicaria General, el 13 de diciembre de 1999, en el V Capítulo General
  • Superiora General, el 8 de diciembre de 2005, en el VI Capítulo General

Mis preferencias

  • Mis devociones preferenciales son: La Eucaristía, el Divino Niño Jesús y María Auxiliadora.
  • Siempre me ha gustado jugar y compartir con los demás. Mis juegos favoritos son: softball y basketball.
  • Me encanta trabajar con los niños y jóvenes y hacer el bien a los más necesitados.
  • Mi mayor deseo es que mi Congregación crezca en número, en obras y en santidad, para que Cristo y su Santísima Madre sean conocidos y amados en todo el mundo y para que muchos se salven.