Infancia y adolescencia

Infancia en torno a su familia

En el Barrio San Juan de la apacible Ciudad Provinciana de Chinameca, en el Depto. de San Miguel, vivía un matrimonio constituido por Don Bartolomé Aparicio y Doña Ana Julia Quintanilla de Aparicio. Eran muy católicos y celosos cumplidores de la ley de Dios.

Don Bartolomé Aparicio
Doña Julia Quintanilla

Un día miércoles 29 de abril de 1908, a las 6 de la mañana, cuando el pueblo piadoso y mariano, saludaba a la Virgen María con las mismas palabras que le dirigió el Arcángel San Gabriel, anunciándole el Mesías, el grito de un niño anuncia la llegada de un nuevo ser, llenando de alegría y regocijo el hogar de la Familia Aparicio Quintanilla. El nombre que recibió fue Pedro Arnoldo y cariñosamente le llamaban «Noldo». Después de Pedro Arnoldo nacieron otros hijos. Los hijos de la Familia Aparicio Quintanilla fueron ocho: Emilio, Luis, Arnoldo, Juanita, Julita, Mercedes, Mirtala y Cristina.

Don Bartolomé y Doña Julita, inculcaron a sus hijos desde la infancia, las virtudes de la humanidad, la honradez, sentimientos de amor y temor de Dios, amor a la Iglesia y a sus representantes; sentimientos todos que hicieron de ellos, disfrutar de un espíritu de verdaderos cristianos. Su madre principalmente, se preocupaba de que aprendieran la verdadera doctrina cristiana, siendo ella la primera catequista, que con el ejemplo y la palabra, les fue enseñando lo esencial y la práctica de la Santa Religión.

Reunida la familia, acostumbraba rezar por las noches el Santo Rosario, y los viernes, la meditación de la pasión de Cristo, después del Santo Rosario. A los 4 meses de su nacimiento, el 29 de agosto de 1908, con gran regocijo, sus padres llevaron al niño al templo para consagrarlo a Dios con el sacramento del bautismo. Efectuó tal ceremonia, el Rvdo. Padre Burrel (mexicano) en la Parroquia San Juan Bautista de Chinameca. Sus padrinos fueron el Dr. Salomón Zelaya y Doña Juanita Montes de Zelaya.

En 1911, llegó a Chinameca, el Sr. Santiago Martí, originario de Barcelona (España). El había sido Cooperador Salesiano en aquel lugar; fundó un pequeño Oratorio en dicha localidad y fue él quien llevó a Chinameca la primera estampa de la Santísima Virgen, bajo la advocación de María Auxiliadora, siendo esta devoción, la que Pedro Arnoldo encontraría más tarde en la Congregación Salesiana. Su madre, como ya se ha dicho, le enseñó la doctrina cristiana, a fin de prepararlo para la primera comunión; y para solidificar más sus conocimientos, lo enviaba al oratorio fundado por el Señor Martí.

Con gran regocijo recibió por primera vez al que era y sería siempre el Rey de su vida, el 31 de julio de 1916, en su parroquia.

Siendo seminarista, recibió el sacramento de la confirmación el día 17 de marzo de 1926, en Santo Tomás, pueblo de la Arquidiócesis de San Salvador, de manos del Señor Arzobispo, el Excmo. Mons. Adolfo Pérez y Aguilar; su padrino fue el Doctor Francisco Martínez Suárez. Fulgores de su vocación

Desde niño dio a conocer cuál sería su vocación, ya que sus juegos infantiles casi siempre consistían en celebraciones, sermones, etc. Para esto invitaba a sus amigos, vecinos y familiares para que oyeran con atención, tanto la misa como la predicación. Al terminar la celebración, su mamá les daba a todos una taza de atole. Él mismo confeccionaba los ornamentos de papel periódico o le pedía a su madre o a alguna de sus hermanas que le ayudaran; algunas veces ocupaba la ropa de su madre.

Le gustaba mucho asistir a las procesiones y acompañar al sacerdote en los viáticos, que en aquel tiempo, el sacerdote iba bajo palio llevando la comunión a los enfermos. Tanto en un acto como en otro, siempre salía de cirial. También en la celebración de misas servía de monaguillo y se le notaba gran satisfacción al colaborar en todos los actos piadosos del templo.

Ayudaba a las presidentas de congregaciones o encargadas de arreglos de imágenes en el templo, acarreándoles materiales o comprándoles lo que ellas necesitaban.

Cuentan que una de estas señoras al terminar el arreglo le dijo: «Gracias Noldo, María Auxiliadora te va a pagar».

Siempre en sus juegos infantiles hizo el papel de líder; tanto los de su edad, como los mayores, le obedecían lo que él decía. Entre otros de sus juegos favoritos están los de carácter festivo; al pasar los festejos patronales quedaba imitando las carrozas en pequeño. En las contiendas políticas organizaba partidos con sus amigos, vecinos y familiares de su edad, quedando él como el Presidente, Alcalde o la persona electa. Respecto a su carácter, desde niño se le observó mucha seriedad y rectitud en sus determinaciones y un tanto alegre y festivo en ciertas ocasiones. La anécdota siguiente lo puede aclarar mejor: «Su madre acostumbraba a rezar el Santo Rosario, en familia todas las noches y los viernes agregaba el rezo de la pasión de Cristo. Cierta vez, a su madre se le había olvidado el rezo de la pasión. Al darse cuenta él, hizo unos carteles que decían «HOY PASION» y todos los viernes siguientes desde muy temprano de la mañana, los colocaba en los pilares del corredor de la casa. Por esta actitud, hubo cierto reproche para con él, de parte de una de sus hermanas, pero él con toda firmeza le contestó: «¿Y no es cierto que hoy toca rezar la pasión?». Y continuó poniéndolos siempre, para que no se les olvidara esta devoción.

En una ocasión que repicaron para viático, su madre lo observó en la sacristía queriendo coger con otro niño la misma sotana y por este motivo, con frecuencia, se ocasionaba entre ellos disgustos. Su madre para evitar estos problemas, mandó hacerle la sotana y el roquete. Desde entonces, al oír repicar las campanas, como la oveja al escuchar la voz del pastor, salía corriendo con sus ornamentos bajo el brazo, hacia el templo.

Don Emilio, Doña Merceditas, Mons. Aparicio, Doña Juanita, Doña Julita y Don Luis

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