Hna. Amarilis Noemí Orozco Vásquez

Nació en el Departamento de San Marcos Guatemala, el 15 de agosto de 1960, sus padres Don Emerardo Celestino Orozco Juárez y doña Paula Petrona Vásquez López.

Ingresó al Instituto Hijas del Divino Salvador el 8 de diciembre de 1983 a los 23 años de edad, hizo su primera profesión en Santo Domingo, San Vicente el 6 de enero de 1987, emitió su profesión perpetua el 24 de diciembre de 1993.

Realizó sus estudios de primaria en Quezaltenango, su tercer ciclo y bachillerato en el Colegio “Ana Guerra de Jesús” de Santo Domingo, San Vicente. Egresó de la Universidad como Profesora de Educación Media en Pedagogía, Ciencias de la Educación y Administración Educativa.

 

Experiencias de trabajo realizado en la Congregación

  • Asistente de internas en el Colegio “Ana Guerra de Jesús” en Santo Domingo, San Vicente
  • Asistente de Novicias en Santo Domingo, San Vicente
  • Maestra de Novicias en Cochabamba Bolivia
  • Encargada de Pastoral Juvenil, en el Colegio “Ana Guerra de Jesús” en Santo Domingo, San Vicente
  • Profesora de Ciencias Naturales y Religión
  • Vicaria General en el Instituto Hijas del Divino Salvador
  • Actualmente, Superiora General del Instituto Hijas del Divino Salvador.

 

Hna. Jesús Amelia Alvarado Ayala

«Te escogí y te consagré para que fueras mi propiedad para siempre»

Nací un 4 de octubre de 1961, a las 6 de la mañana, en el Cantón La Esperanza, de la Ciudad de San Sebastián. Deseada por mis padres y demás familiares, ya que soy la segunda de la familia y el primero era varón. De mis padres: Salvador Alvarado y María Santita Ayala, recibí amor como si fuera la única de sus hijos, a pesar de que nacimos 10 en la familia.

Gracias a la fe católica de mis padres, recibí el bautismo el 5 de noviembre de 1961, por el Rvdo. Padre Abrahán Rodríguez, en la Parroquia de San Sebastián y ese mismo día realizaba vivita pastoral el Excelentísimo Monseñor Pedro Arnoldo Quintanilla, de quien recibí el Sacramento de la Confirmación.

El día 8 de julio, recibí mi Primera Comunión, que aún recuerdo con gran alegría, ya que mi catequista y mis papás, a mi hermano y a mí nos prepararon con mucha emoción para este gran acontecimiento y el Padre Abrahán llegó a la ermita del cantón exclusivamente a celebrar la Eucaristía que mis padres nos ofrecieron. Fue de verdad una fiesta, de donde nació mi vocación.

Así puedo decir que mi vocación tiene dos momentos fuertes de donde partió: primero: el día de mi primera comunión, cuando recibí a Jesús yo sentía un gran gozo y le pedí que quería ser de El. Segundo: en las noches de lunas y estrelladas, mi mamá y mis hermanos y cuando estaba mi papá en casa también él, salíamos a contemplar el cielo y al estar contemplando las estrellas, nosotros les hacíamos muchas preguntas a mis papás sobre la existencia de Dios. Además dentro de esas pláticas, mi mamá nos contaba vida de santos y la vida de las monjas y los padres; que era una vida bien sacrificada, que sufrían mucho, que se entregaban a Dios y que ya no volvían a ver a su familia. Mientras mi mamá hablaba y nosotros le preguntábamos, yo rezaba y le pedía a Dios llegar a ser monjita y que quería ser sólo de Dios, aunque yo no entendía mucho.

Mi vocación se la debo a mis papás. A mi mamá, ya éramos siete y de nuevo mi mamá esperando otro hermanito, yo me disgusté y le reclamé, que para qué tanto cipote y ella muy amable me dijo: «Hija, esta es la voluntad de Dios, yo para eso me casé, no puedo impedir que tus hermanitos nazcan. Que Dios te dé otro camino a vos, Dios quiera fueras monja». Creo que mi mamá hizo con fe esta oración. A mi papá, que nunca se opuso con lo que yo quería con tal que fuera bueno y siempre me ha apoyado en todo.

Mi deseo de ser monja nunca se me borró de la mente; yo no conocía a ninguna religiosa, más que lo que mi mamá nos contaba. Un día, cuando tenía 12 años, les dije a mis papás que quería ser monja y mi papá me dijo que si adonde quería ir y yo le dije: Yo no conozco a nadie, no sé. El me dijo: «Te voy a llevar a Santo Domingo, donde las monjitas que ha fundado Monseñor Aparicio, conozco a Hna. Apolonia, voy a hablar con ella». Al siguiente día salimos para Santo Domingo, nos recibió la Hna. Apolonia, muy contenta, nos presentó a la Superiora General, que era la Hna. María Berta Morales, quien nos saludó con gran amabilidad y al preguntar que quién era la que quería entrar, mi papá me presentó a ella y al verme tan pequeña me dijo que estaba muy pequeña, que regresara dentro de dos años.

Así fue, un día 15 de enero de 1976, a los 14 años de edad, ingresé al aspirantado del Instituto «Hijas del Divino Salvador», siendo mi asistente la Hna. Pacita Bernarda, quien me hizo hacer un aspirantado muy feliz.

El 25 de marzo de 1977, ingresé al postulantado, siendo mis asistentes la Hna. María Zoila Acosta y la Hna. Irma Martínez.

El 5 de enero de 1998, ingresé al noviciado, siendo mi maestra de novicias la Hna. Isidra Inés Cáceres, en el primer año y en el segundo año, la Hna. Ana Isabel Martínez.

Al finalizar estos cuatro años llegó lo que tanto esperaba: mi primera profesión religiosa, que la hice el 6 de enero de 1980, a los 18 años de edad. Mi profesión perpetua la hice el 8 de diciembre de 1988.

Me gradué como maestra de Educación Básica en 1982 en el Colegio «Ana Guerra de Jesús» y saqué el profesorado en Teología pastoral en 1990 en la Universidad Don Bosco.

Con gran júbilo celebré la acción gracias a Dios y a la Santísima Virgen María por mis 25 años de vida religiosa en esta Congregación, el 6 de enero de 2005.

Monseñor Aparicio, como buen fundador, marcó bonitos recuerdos en mi vida de aspirantado, noviciado y como Hermana. Siempre que la Hna. Pacita nos llevaba a saludarlo, nos recibía con una sonrisa, compartía con nosotras, le gustaba que le cantáramos, que le contáramos chistes, historias y nuestras travesuras. Además, se entretenía con algún juego de mesa con nosotras como dama china, bingo, no te enojes y otros. Y para retirarnos, nos regalaba caramelos y nos daba la bendición. Su ejemplo y su palabra siempre me animaron. Estando en el noviciado siempre nos traía en el microbús a misa al Colegio y nos invitaba a ver televisión los domingos a la hora de la cena. Gozamos con él. Siempre que estaba en el Colegio trataba de saludarlo, íbamos con otras Hermanas y siempre recibíamos de él algún consejo para el día. Recuerdo a las Hermanas de aquellos primeros años, tan alegres y entusiastas que me contagiaban, yo sentía que ellas me querían, por lo que siempre me he sentido bien en el Instituto. Por lo que le doy gracias a Dios continuamente.

Algunos servicios en la Congregación

  • Asistente de novicias en 1982
  • Asistente general de alumnas en 1983
  • Maestra, vicaria, ecónoma y coordinadora de estudios en Santo Domingo, San Vicente y Sensuntepeque en diferentes años.
  • Directora en San Vicente, Sensuntepeque y Chalchuapa
  • Encargada de los archivos de la Congregación de 1990 a 1996
  • Nombrada Consejera General para la formación, el 8 de diciembre de 1993, en el IV Capítulo General
  • Vicaria General, el 13 de diciembre de 1999, en el V Capítulo General
  • Superiora General, el 8 de diciembre de 2005, en el VI Capítulo General

Mis preferencias

  • Mis devociones preferenciales son: La Eucaristía, el Divino Niño Jesús y María Auxiliadora.
  • Siempre me ha gustado jugar y compartir con los demás. Mis juegos favoritos son: softball y basketball.
  • Me encanta trabajar con los niños y jóvenes y hacer el bien a los más necesitados.
  • Mi mayor deseo es que mi Congregación crezca en número, en obras y en santidad, para que Cristo y su Santísima Madre sean conocidos y amados en todo el mundo y para que muchos se salven.

Hna. Rosa Candelaria Cáceres Acosta

 

 

 

Soy originaria del cantón El Caulote jurisdicción de Suchitoto, Departamento de Cuscatlán. Provengo de una familia numerosa, 13 hijos, 7 mujeres y 6 varones, entre los cuales soy la número 13. Mis padres fueron Pedro Cáceres y Tránsito Acosta. Mi padre era agricultor en pequeño y mi madre, ama de casa. Para el sostenimiento de la familia sólo se tenía lo que se cultivaba, no habían otros ingresos. Por las noches, mi padre iba de caza o de pesca para llevar algo al hogar. Cuando yo nací, el 31 de agosto de 1950, ya no estaban dos de los hermanos mayores porque habían dejado el hogar para ir en busca de trabajo.

Durante mi infancia tuve la suerte de pasar por todas las enfermedades comunes a todo niño y quien me cuidaba por mandato de mi madre era Isidra Inés que era 6 años mayor que yo.

Cuando niña recuerdo que de ves en cuando jugábamos con los demás primos, porque eran 6 familias que vivíamos en ese lugar del Cantón.

A mis 7 años fui a primer grado junto con mis hermanas y primos a la Escuela 3 de Mayo. Para el segundo grado, mi hermano mayor, ya casado, tenía 2 hijos y le pidió a mis padres si me dejaban con ellos para que ayudara a mi cuñada en los quehaceres de la casa y mis padres consintieron, pero al año siguiente regresé al hogar. Continué mi tercer grado viajando con mi hermana Isabel que estaba en el Barrio La Cruz y quedaba a 2 kilómetros de la casa.

Al inicio de 1960, Isidra Inés se fue de la casa, yo no entendí para dónde, pero le tocaba a mi hermana María Isabel que tenía 11 años hacer la masa para las tortillas antes de irse a la escuela y quise aprender a moler para ayudarle y le pedí a mi madre que me comprara una piedra de moler de acuerdo a mi edad, fue poco lo que pude ayudarla en ese año porque me enfermé de la mano derecha y tardé dos meses en mi sanación. Esto me impidió también asistir a la escuela y al final quedé reprobada y repetí el tercer grado en la misma escuela.

De cuarto a sexto grado lo estudié en la Escuela de Niñas «Ana Dolores Arias» que quedaba en el Barrio San José de Suchitoto, tocaba caminar unos 3 kilómetros de ida y otros 3 al regreso, hasta el quinto grado dejábamos la masa hecha, sólo que para entonces ya teníamos molino de mano. Durante el sexto grado ya no me tocó moler porque María Isabel había terminado su sexto grado y ya no fue a la escuela y ella se encargaba de hacerla y yo me quedaba en la escuela, aprovechando el almuerzo escolar que costaba 0.10 centavos y continuaba en clases por la tarde, según era el sistema de estudios en aquellos años.

Retrocedo a la edad de 9 años cuando estudiaba el tercer grado. Al final de año Isidra Inés regresó a casa que llegaba de vacaciones y mi hermana Isabel y yo estábamos en la edad de jugar y de pelear. Cuando Isidra Inés nos fue viendo, comenzó a corregirnos y esto no nos gustó para nada y un día, después de una corrección que nos hizo, yo tomé la palabra y le dije que ya estábamos aburridas de que nos estuviera regañando y que si así seguía que mejor se fuera de la casa. Isidra Inés guardó silencio y no le dijo a mi madre, de lo contrario nos teníamos bien merecido un castigo.

Formación de valores en el hogar

Mis padres eran muy católicos. Mis hermanas eran catequistas en la parroquia Santa Lucía. Cuando el Padre Marco René Revelo llegó a la Parroquia El Calvario, se hizo la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en todos los hogares y también en el nuestro. En la sala de la casa se tenía un altar con tres imágenes: El Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señora de Guadalupe y María Auxiliadora de los Cristianos. Cada noche teníamos la oración del Santo Rosario en familia. Los domingos nos turnábamos para poder participar en la Santa Misa. Además, mi padre era miembro del movimiento de «Adoradores Nocturnos». A nivel de cantón en el mes de mayo celebrábamos las flores a la Santísima Virgen María y en el día del Sagrado Corazón de Jesús se preparaba la procesión en cada uno de los cantones para llegar a la Parroquia.

En cuanto a mi formación cristiana, una de mis hermanas me preparó a la primera comunión, mi padre nos aconsejaba en grupo de vez en cuando. Recuerdo que nos inculcó el respeto, el amor y la oración por los sacerdotes ya que los sacerdotes llegaban a la casa para tomarse un día de descanso.

En cuanto a mi formación humana, aprendí a amar la pobreza y a cuidar lo que la Providencia nos daba; mi madre nos delegaba responsabilidades en la casa; cuando mi conducta no era correcta, recibía corrección de inmediato y la falta corregida no se volvía a repetir. Se nos infundió el respeto a los hermanos mayores y a las demás personas. Con mi madre tenía confianza y con ella compartía mis dificultades.

Formación de valores en la escuela

Recuerdo que en la Escuela «Ana Dolores Arias», desde cuarto grado en la clase de «Artes industriales y economía doméstica» aprendí a bordar a mano en cadenilla, cruceta, punto atrás, diente de chucho, relleno, puntada mexicana. El deporte que más practiqué fue el softball sirviendo de cácher en el equipo del grado. También se participaba en la procesión del jueves de Corpus Cristi y se nos infundían los valores cívicos y morales.

Opción vocacional

Al finalizar el quinto grado, un día domingo que iba con mi madre de madrugada hacia la parroquia para participar en la Santa Misa de las 5 de la mañana, ella me preguntó si quería irme a donde estaba Isidra Inés. Yo le dije que no sabía en donde estaba ni qué estaba haciendo. Ella me explicó que Inés estaba en una congregación religiosa, en Santo Domingo, en el departamento de San Vicente y que ella estaba allí para entregarse a Dios, y que quienes se entregaban a Dios no contraían matrimonio. Yo le dije a mi madre que lo iba a pensar y que después le daría respuesta.

Durante el sexto grado, mi pensamiento iba hacia Dios pidiéndole que me iluminara qué es lo que El quería de mí. En agosto de 1964, mi madre me llevó a Santo Domingo con motivo de la graduación como maestra de Hna. Isidra Inés y entonces pude conocer el lugar. Al finalizar el sexto grado, le dije a mi madre que había decidido irme a la Congregación Hijas del Divino Salvador, donde estaba Hna. Inés. Había cumplido mis 14 años.

El día 24 de enero de 1965, de madrugada, al despedirme de mi padre, me dijo: «De ahora en adelante, Monseñor Pedro Arnoldo Aparicio será tu papá, obedécele a él como lo has hecho conmigo».

Desde ese día comenzó mi aventura vocacional. En ese año éramos 32 jóvenes aspirantes y yo era la mayor de las más pequeñas. El 29 de junio del mismo año, fui admitida al postulantado y el 24 de enero de 1966 ingresé al noviciado junto con 14 compañeras. A mis 16 años y 4 meses, el 6 de enero de 1967, hice mi primera profesión religiosa con otras 13 compañeras más, de las cuales en la actualidad estamos cinco por la gracia del Señor.

El 8 de diciembre de 1988, siendo ya Superiora General en el segundo período, 66 Hermanas hicimos la profesión perpetua, ya que hasta entonces, renovábamos la profesión el 6 de enero de cada año. El 6 de enero de 1992, las 5 Hermanas compañeras desde el aspirantado celebramos los 25 años de vida religiosa.

Personas que influyeron en mi formación

En el aspirantado y postulantado las Hermanas asistentes, sobre todo Hna. Rosa Haydeé Díaz, quien me llevó de cerca en el crecimiento humano y cristiano, mi hermana Inés que me apoyaba con su oración. En el noviciado mi maestra fue Sor Angela Sessa, digna Hija de María Auxiliadora, quien estuvo en la Congregación 11 años formando generaciones de Hijas del Divino Salvador. Con ella, en mi año de noviciado aprendí las lecciones de Historia Sagrada, Constituciones de la Congregación, el Catecismo dogmático, Historia de la Iglesia y el Catecismo de la vida Religiosa.

Desde antes de mi profesión, además de mi maestra de novicias, busqué dirección espiritual en el confesor de las Hermanas que en aquel tiempo era el Padre José Oscar Barahona, actual Obispo de la Diócesis de San Vicente, quien continuó ayudándome a discernir la voluntad de Dios, durante todo el tiempo en que fue confesor de la Comunidad de la Casa Madre.

Cuando yo ingresé a la Congregación, ésta tenía 8 años y un mes de haber sido fundada y a nivel de Iglesia se estaba clausurando el Concilio Vaticano II, en el cual participó nuestro fundador, el Excelentísimo Monseñor Pedro Arnoldo Aparicio Quintanilla, Obispo de San Vicente y nos mantenía al día con los cambios que en la Iglesia se iban dando a raíz del Concilio. Además, nos daba pláticas de formación religiosa y en cuanto él podía, como fundador siempre estuvo de cerca para orientar la Congregación.

En 1968 tuvimos el duelo en la familia por el fallecimiento de nuestro padre a causa de un infarto. Tres días antes de su muerte, fuimos con Hna. Inés a visitar a nuestros padres y al despedirnos de papá, nos tomó de la mano y nos dijo: «Ya no me van a volver a ver pero recuerden: monjas en el infierno hay para empedrar calles, ustedes procuren no ser una de ellas. Si Dios las ha llamado, procuren ser monjas santas». En la teología campesina de mi padre sabía cuál era el verdadero sentido de la vida religiosa: buscar la santidad como Jesús nos ha invitado: «Sed santos como mi Padre Celestial es santo».

Hna. María Berta Morales

 

 

 

Nació el  4 de enero de 1943, sus padres fueron Don José María Morales Coreas y Doña Ana Julia Granados Granados.

Fue bautizada  el 11 de Febrero de 1943 en San Jorge, recibió su confirmación el 24 de junio de 1951 en Chinameca.

Como descubrí mi vocación.

Entre los años 51 al 55, no recuerdo bien el año se llevó a cabo una misión en el cantón donde yo me crié: Cantón Candelaria jurisdicción de San Jorge, Depto. San Miguel; esta misión la organizó el Rvdo. Padre Amaya, párroco de Chinameca, Depto. San Miguel.

La causa de esta misión era que había muchos hogares en unión libre y deseaban ponerse en gracia de Dios. Para ello llegaron unas religiosas Josefinas, el Padre Amaya y otros sacerdotes.

La casa de mis padres fue la elegida para celebrar la Santa Eucaristía y mantener el Santísimo durante la semana que duró la misión y se lograron muchos matrimonios desde allí comenzó el deseo, yo decía y le pedía de todo corazón a la Santísima Virgen que buscara un lugarcito donde yo fuera solo para su hijo y para ella.

Así pasaron varios años, yo asistía a la escuela de mi pueblo pero siempre con esa idea, en esos años yo había hecho un trato con el Padre Amaya que me llevara a algún lugar para estar con Jesús y María, él accedió y tuvimos varias conversaciones, sin que mis padres se enteraran.

A una de mis hermanas le habían dado permiso de irse con las Josefinas, pero mamá pasado un año le dijo a papá: Yo no regalo a mi hija, ve a traérmela; entonces hasta que un día 03 de Diciembre de 1956, llega el padre a casa y dice: a llevarlas vengo; pero no ya con las Josefinas, sino a una congregación que Monseñor Aparicio está fundando. Mi hermana no tenía problema, porque el permiso de ella estaba en pie; pero para mí sí, papá hizo de todo por detenerme; dijo: ¿Con quién dejas a tu mamá? Yo respondí: con usted. Mamá fue a sacar a mi hermanita que a penas tenía 6 meses de nacida y dice: ¿Con quién dejas la niña? Con usted ¿y no es suya pues?. Me subí al carro que el padre andaba, les dije adiós y partí con lo poco que yo tenía; que no era mucho.

Llegamos como a la 1:00 PM a San Vicente; nos recibió Monseñor Aparicio y dijo: por ahora se quedarán acá; pues la casa donde van a habitar no está lista. Así que ahí estuvimos hasta el 24 de Diciembre de 1956.

De la residencia Episcopal nos llevaron a Santo Domingo donde iban a nacer El Instituto «Hijas del Divino Salvador» (HDS).

A pesar de todas las peripecias sufridas al inicio, le puse gran amor a la obra y me fui quedando junto a otras jóvenes.

De las primeras cinco, solamente quedamos dos que aún estamos en la congregación y así fueron llegando más jóvenes. Al inicio hacíamos votos a Dios en privado o sea sólo ante el Señor Obispo, hasta que el 24 de enero de 1964 se hizo pública la primera profesión religiosa.

Preparación Académica

Del año 1959 al 1960; terminé estudios Básicos

Del año 1960 al 1963; lo que se llamaba en aquel entonces Normal Rural.

Empecé a trabajar como maestra de primaria en el año 1964.

En el año 1966; pasé a la Escuela Parroquial «Guadalupe Cárcamo», como directora de dicha escuela, al mismo tiempo atendiendo grado por falta de personal. Presté mis servicios hasta agosto de 1972; el 01 de Septiembre del mismo año me movían para el noviciado y con la Dirección de la Escuela Parroquial Santos de Meléndez, después «Ana Guerra de Jesús». En enero del año 1973, además de la Escuela «Ana Guerra de Jesús». Pasé a llevar la Dirección del Colegio «Ana Guerra de Jesús», acá presté mis servicios de directora, maestra de aulas.

Acá asumí también el cargo de Superiora General desde el año 1975 al 1981. En estos años que estuve de superiora, representé a El Salvador, Centro Americano y las Antillas en tres ocasiones en la Reunión de Superioras Generales (UISG) en Roma; lo que me sirvió de mucha experiencia.

Entre el 1974 a 1976 viajé a Ciudad Normal a hacer estudios para laborar en el área de humanidades en tercer ciclo y Bachillerato, a finales del año 1981 fui a unos estudios a Guatemala en el anexo de la U. Marroquín que estaba en el Instituto Salesiano; allí me gradué de Profesorado en Docencia seguí trabajando siempre en el mismo Centro «Ana Guerra de Jesús» pero en el área de formación docente. En los años 1988 a 1992 saqué la Licenciatura en Ciencias de la Educación. Asumí la dirección del Colegio y la preparación de las jóvenes en la práctica docente y otras asignaturas hasta el año 2001.

En el año 2002 hasta la fecha, pasé a la Casa Generalicia ya como personal de esa casa pero ya sin ningún cargo, pues el objetivo era que descansara, he dedicado más tiempo a la oración y a la reflexión, ya que la Casa Generalicia se presta por su silencio a una más íntima unión con Dios en la meditación y momentos de contemplación.

Este año 2004 si he tomado nuevamente la Asignatura de Práctica Docente con el último grupo que sale de maestras lo demás del tiempo que me queda lo ocupo en los quehaceres de la casa y a la oración. Todos mis estudios los realicé estudiando y trabajando.

Sor Angela Sessa

 

 

 

Cuando el Excmo. Mons. Pedro Arnoldo Aparicio, SDB. Fundador del Instituto «Hijas del Divino Salvador», regresó de Roma de la Primera sesión del Concilio en 1962, contó a las Hermanas que el Cardenal le aconsejó que si quería que le aprobaran la luego la Congregación, que buscara una maestra de novicias de una Congregación de Derecho Pontificio. Y él pensó en las franciscanas y en las Hijas de María Auxiliadora y se inclinó por las Hijas de María Auxiliadora, con lo mismo en dos días de receso del Concilio, se fue a visitar a Santa María Dominga Mazzarello, en la Basílica de María Auxiliadora en Turín y le dijo «Madre: Aquí te pongo a mis hijas». Si la obra es de Dios va a continuar; si la obra es de los hombres aquí va a terminar.

Después se fue a la Casa Generalicia de las Hijas de María Auxiliadora que entonces estaba en Turín y no encontró a la Madre General solo a la Vicaria General. La Vicaria le dijo: » La Madre no está, pero al venir yo le digo. Estoy más que segura que su petición será atendida.»

Cuando Monseñor regresó del Concilio, encontró la carta de la Madre con la respuesta: «Monseñor la misma Maestra de novicias de Centro América pasa a su Congregación».

Sor Angelita Sessa, llegó a la Casa Madre del nuestro Instituto en el mes de abril de 1963 a las 10 de la mañana, acompañada de algunas Hermanas del Consejo Inspectorial. Se dirigió a la Comunidad , para darles una plática. En esa ocasión dijo: «cuando la Madre me dijo que dejaba el noviciado de Costa Rica para venir a El Salvador y ser maestra de las novicias de las Hijas del Divino Salvador, lo sentí, pero al mismo tiempo reflexioné y dije: «Ellas son hijas de Dios, lo necesitan y me voy».

La reacción de las Hermanas fue de alegría.

Sor Angelita no se quedó ese día, sino que se regresó con las Hermanas de su Congregación y posteriormente regresó. La Comunidad le hizo un recibimiento con mucho regocijo.

Con la presencia de Sor Angelita en nuestra Congregación, ya todo fue tomando forma y al final de ese mismo año ya había organizado los periodos de formación y las hermanas que ya tenían varios años de haber ingresado les hizo hacer dos meses de noviciado acelerado para que hicieran ya su Profesión formal el 24 de enero de 1964, de común acuerdo con Monseñor Aparicio y ese mismo día un grupo de 11 jóvenes aspirantes hicieron la vestición e iniciaron su año canónico de noviciado, conforme la Iglesia lo manda, también diseñó el habito de las novicias.

Nos introdujo en el recogimiento interior con su manera muy particular, pues su unión con Dios era tan notable por su porte exterior y se le observaba en medio del trabajo con un leve movimiento en los labios, recitando jaculatorias; de igual manera nos lo inculcaba de palabra para que lo practicásemos en medio de nuestros quehaceres diarios, pues ella fue un alma de verdadera oración , nos inculcó un gran amor a Jesús Eucaristía, mucha devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a .María Auxiliadora, a San Juan Bosco, A Madre Mazzarello, a San José y al Angel de la Guarda.
Nos invitaba al fiel cumplimiento del deber y amor al trabajo ; en el recreo vivía una presencia activa, jugaba con las hermanas «El no te enojes» y gozaba mucho, estaba siempre alegre y su rostro reflejaba mucha paz y felicidad.
E l gran deseo de hacernos el bien la llevaba a corregirnos, sin dejarnos pasar nada; cuando corregía parecía dura, pero sabía hacernos descubrir el trabajo que debíamos hacer. Se preocupaba de cada una , en su avance espiritual y formación humana a través del coloquio privado y contactos comunitarios.
Muy amante del orden, daba vueltas por la casa e indicaba lo que había que hacer, pues decía: «Aquí va ha pasar la Virgen y debe encontrar todo ordenado.»

Se iba a pasear con nosotras los domingos por la tarde, pues gozaba mucho en las lomas por el verde y la frescura, adaptándose a nuestra edad y a nuestras costumbres. Las virtudes que sobresalían en ella fueron

  • Sólida piedad.
  • Amor al trabajo.
  • Profunda humildad.
  • Alegría contagiosa.
  • Espíritu de sacrificio.
  • Fidelidad y puntualidad en sus prácticas de piedad.
  • Firmeza y amabilidad al corregir.
  • Dotes para Formadora.
  • Silencio religioso.
  • Amor a la Iglesia y al Instituto.
  • Vida pobre y sencilla.

En nuestra Congregación formó 10 grupos de novicias y todas la recuerdan con gran cariño y tratan de hacer vida lo que ella les enseñó.

Se retiró de nuestra congregación el 13 de mayo de 1974, día de lágrimas y mucho dolor tanto para ella como para cada una de las hermanas. Antes de retirarse con lágrimas en los ojos escribió en los pizarrones de la clausura la siguiente frase: «MARIA AUXILIADORA, CUIDALAS SON TUS HIJAS» Frase que se conservó por mucho tiempo hasta que con los años se borró, pero se conserva en el corazón y la mente de todas las hermanas que tuvieron la dicha de estar con ella.

Una Hermana del segundo grupo de noviciado que ella formó cuenta que mientras Sor Angelita escribía en los pizarrones la frase que anotamos arriba, ella la acompañaba y al verla llorar y sufrir tanto le dijo Sor Angelita por qué no se queda con nosotras y Sor Angelita le contestó: «Así tiene que ser por ahora, pero después ustedes pueden hacer una solicitud para que yo vuelva, pues yo soy feliz aquí, si no pueden traerme cuando yo me enferme, cuando yo me muera quiero que me entierren aquí». Años más tarde nuestra Superiora quiso cumplir con este deseo de Sor Angelita, pero ella no aceptó, pues como todos los que la conocimos sabemos que su único deseo era agradar a Dios y cumplir sólo su Santa voluntad.